Por: Carlos Peña Torres
El “Mercantilismo Deportivo”, en los últimos tiempos, se ha disparado gracias al fenómeno económico de la globalización. En Colombia ha tomado tanto auge este fenómeno, hasta el punto de despertar en nuestros dirigentes, un inusitado interés en la caza de talentos deportivos de gran presencia corporal, en busca de lo que ellos llaman “el biotipo”, y comercializarlos luego, a equipos nacionales o extranjeros.
Como nuestra raza mestiza no se caracteriza por su gran corpulencia, se ha recurrido a la práctica, malsana y delictuosa, de la adulteración de edades, utilizando para ello maniobras fraudulentas en los registros civiles de los deportistas haciendo aparecer, a los futbolistas, con una edad inferior a la que biológicamente les corresponde.
Esta comercialización, ha tomado tanta importancia en nuestras instituciones deportivas, que son muchos los dirigentes, veedores y hasta técnicos, que recorren la geografía nacional en búsqueda de jugadores corpulentos, cuyo porte satisfaga unos estándares mínimos preestablecidos, para someterlos, luego, a un amañado proceso de inscripción en el Registro Civil, adulterando su verdadera edad y mostrándolos, en el concierto nacional, como virtuosos del fútbol. Circunstancia que es aprovechada para transferirlos tempranamente a equipos profesionales del país, y otros con, mayor suerte, vincularlos a clubes del extranjero.
Los mercaderes locales, regionales y nacionales, han llegado al extremo de considerar al deportista como si fuera un objeto, una cosa o una mercancía y es común escucharlos decir en sus coloquios contractuales: “¿Cuánto mide?, ¿Cuánto pesa?, ¿De qué año es?”, poniendo a un lado, las virtudes y talentos futbolísticos conque Dios los ha dotado.
Creemos, que las autoridades deportivas deben ponerle coto a esta malsana práctica. Una forma inmediata sería, legislar sobre los requisitos y condiciones que deben tener los futbolistas aficionados, para participar en campeonatos eliminatorios zonales, como en los nacionales; prohibiendo convocar a quienes hayan sido registrados después de tres años de haber nacido. Medida sana que no vulnera ningún derecho fundamental, porque nuestra norma exige que los padres deben registrar a sus hijos, dentro del mes siguiente a aquel en el que ocurrió el nacimiento .
Casi siempre, esos “aventajados deportistas” aparecen registrados a los siete o más años de edad. Como ejemplo, basta citar, lo ocurrido en el campeonato nacional infantil, realizado en la capital del país, en donde la selección antioqueña, utilizó a un jugador que duplicaba en edad, y lógicamente en corpulencia, a los demás participantes del torneo, ocasionando la natural protesta de sus competidores.
Cabe recordar, también, las acusaciones que en su momento hicimos en la ciudad de Medellín, en el marco del campeonato nacional prejuvenil, en donde se denunció a varios jugadores , por presentar un desarrollo muscular muy por encima del promedio de los demás participantes. La investigación nunca llegó a su fin , por intereses mezquinos, pero puso al descubierto la adulteración denunciada.
Lo triste, es que esta malsana práctica no se realiza únicamente en Colombia, ya que hemos tenido la oportunidad de ver, en otros países, estas trapisondas que en nada favorecen al deporte y mucho menos al deportista, quienes al igual que las luces de bengala, su destellar es efímero. Solo dura mientras conservan la ventaja corporal. Con el pasar del tiempo, al enfrentarse a rivales de su misma condición física, ahí termina su accionar deslumbrante.
El juego limpio tan pregonado por la Fifa debe comenzar desde el momento mismo de la inscripción en el Registro Civil. Sólo así podremos evitar la ventaja fraudulenta en el deporte.
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